Gente con cianuro

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viernes, 12 de abril de 2013

Me gustas cuando callas. Capítulo 4.




Abrí los ojos lentamente. Parecían que de un momento a otro iban a volver a cerrarse pero no lo hicieron. Estaba tumbado en mi cama y justo al lado estaba Carlota, aún durmiendo.
Comencé a observarla detenidamente. Llevaba puesto un pantalón de pijama y una camiseta ancha con publicidad de una tienda de cosméticos. Sus pies estaban descalzos. No era ni muy alta ni muy baja y su cara dejaba entrever inocencia a raudales. Sus ojos cerrados le daban un aspecto angelical y sus labios finos y rosados le daban un plus de belleza. Su melena morena circulaba por su espalda creando mil caminos por donde dejarse llevar. Un pequeño mechón de pelo le tapaba una mejilla y parte de la nariz. Se lo quité suavemente para que pudiera seguir durmiendo y fue entonces cuando salió de mi interior una tremenda pasión. Mis labios estaban imantados por los suyos, cerré los ojos y la besé. Ese beso se dirigió ardiendo a un espacio helado y se desintegró.
En ese momento ella se despertó sobresaltada. Su mirada resultaba extraña y algo distante aunque una tibia sonrisa se le dibujó en la cara.
-No puede ser.  -dijo con voz casi imperceptible.
-¿Por que no?
-No me gustaría perder nuestra amistad, ya lo sabes.
-No, no lo sé.



-¿Estás hablando solo? -preguntó Carlota
-¿Que dices?
-Nada, dejalo. Estarías soñando... -dijo con tono de burla
-Ah si, era eso.
-¿Que soñabas?
-No lo recuerdo muy bien. -le mentí. Yo recordaba palmo a palmo aquel sueño que había sido fantástico pero creía que enamorarme de ella no era una buena opción y más siendo amigos tanto tiempo. No. Eso no pasaría jamás. Olvidate, me dije a mi mismo. Pero en ese momento no sabía que eso iba a ser algo dífícil de sentir aunque no imposible.

El sueño tenía algo de razón. Ella estaba preciosa y yo, pues yo estaba solamente con un pantalón corto a modo de pijama. Nos levantamos de la cama a la vez. Cruzamos el umbral de la puerta de mi cuarto y me dió un empujón. La empecé a perseguir por toda la casa y casi se resbala en medio de la cocina. Por fin la pillé y me di cuenta de que olvidarla iba a ser demasiado difícil.
Desayunamos, pusimos la tele y llamé a Hugo.
Todos los domingos Hugo y yo íbamos a dar unos pelotazos con la raqueta. Hugo era una de las pocas personas con las que se podía mantener una conversación interesante. También tenia la beca como nosotros y venía a nuestra clase. El tenis era una forma de descargar tensión o así lo veíamos. Siempre le ganaba porque era un poco malo con los saques aunque el resultado nos daba lo mismo. Salir de la rutina valía la pena y era nuestra única vía de escape. Los estudios ocupaban demasiado tiempo en nuestra vida y no teníamos mucho tiempo para disfrutarla.
Comencé a prepararme. Me puse el chandal, las zapatillas de deporte, cogí la raqueta que estaba en el armario y me dispuse a salir pero una pequeña sorpresa haría que no llegara a mi destino.

Debajo de la puerta había una tarjeta amarilla con uno de los poemas más famosos de Pablo Neruda, era el Poema 15:

Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca. 

Como todas las cosas están llenas de mi alma 
emerges de las cosas, llena del alma mía. 
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía. 

Me gustas cuando callas y estás como distante. 
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. 
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 
Déjame que me calle con el silencio tuyo. 

Déjame que te hable también con tu silencio 
claro como una lámpara, simple como un anillo. 
Eres como la noche, callada y constelada. 
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. 

Me gustas cuando callas porque estás como ausente. 
Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 
Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

A.B.


Llamé a Carlota rapidamente. Estaba en su cuarto escuchando un poco de música y vino deprisa.
-¿Que es esto? -me preguntó
-Parece que tenemos un nuevo mensaje anónimo... Y está escrito tu poema favorito. -dije mientras se lo leía y esbozaba una sonrisa gigantesca.
-Me encanta este poema, pero ¿quien sabrá que es mi poema preferido?
-Pues ya tenemos otro misterio oculto. Quien nos envia esto pensará que somos detectives o algo así porque si no... No me lo explico la verdad.
Debajo de la carta había unas inicales. Eran las mismas que las de la carta dentro de la caja. Eran las inicales A.B.

Capítulos anteriores...
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3

Nuevos capítulos...
Capítulo 5








8 comentarios:

  1. Muy buen texto!! me gustó mucho la primera parte, sigue así! saludos!!

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  2. Buen texto y muy bien relatado !! me ha gustado

    ResponderEliminar
  3. Hola:
    Atendiendo a tu petición en Twitter, he leído el capítulo IV. A mi parecer, bien escrito, sencillo, muy fácil para engancharse. Una lectura amena, sin florituras ni anexos inútiles.
    Me ha gustado.
    Te sigo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu comentario me provoca ilusión porque viene de alguien con cierta trayectoria en lo que a esto se refiere. Muchas gracias Fernando y pasate por este blog las veces que quieras.

      Abrazos con cianuro.

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  4. ¡Hola! Te prometí que me pasaría y aquí estoy. Tus textos son de verdad increibles, si sigues así, te harás muy popular.
    Tus entradas me encanta, desde luego, si tu sueño es escribir, estoy convencida de que lo conseguirás.
    ¡Un enorme besazo, sigue así!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias y espero verte por aquí más veces :)
      Besos.

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